
Ha hecho falta una grave crisis como la que está sucediendo en Ucrania, para entender que la dependencia de Europa en materia energética del exterior supone un gran problema. Y es que, ¿cómo podemos contar con una soberanía efectiva si dependemos de terceros países para abastecer el consumo de nuestros hogares? ¿Hasta qué punto tienen sentido las sanciones… mientras seguimos comprando el gas ruso? Hoy hablamos, en definitiva, de las renovables y la soberanía energética.
¿Qué es la «soberanía energética»?
En el debate sobre la necesidad de transitar hacia economías bajas en carbono, se habla a menudo no sólo de cuestiones medioambientales o del despliegue de fuentes de generación renovable. También del concepto de soberanía energética y democratización de la energía.
Debemos entender que la energía es un bien esencial para disfrutar de una vida digna. Y hablar de soberanía energética implica que, como país o como comunidad, podamos gestionar de manera efectiva la producción de la energía que consumimos.
Huelga decir que este concepto choca de frente con los actuales modelos, centralizados y en manos de unas pocas empresas. Pero también con las grandes importaciones de combustibles fósiles que, además de proceder de unos pocos países, se trata en muchos casos de naciones que no son precisamente garantes de los Derechos Humanos.
El contexto energético europeo y la grave crisis de Ucrania

La guerra en Ucrania ha dejado expuesto el flanco más débil de la economía europea. Precisamente en un momento crítico para la transición hacia un modelo descarbonizado. Y es que en nuestro afán por reducir el consumo de carbón o de la energía nuclear, el Viejo Continente ha aumentado su dependencia del gas… una materia prima cuyo grifo se abre en Moscú.
El gas tiene un menor nivel de emisiones y es más accesible para economías que dependían en alta medida del carbón, como Alemania. Siendo responsable del 20% de la generación eléctrica europea.
Pero lo cierto es que Europa carece de este recurso. Y que incluso antes de la invasión de Ucrania, se trataba de un mercado muy tensionado debido a la reactivación económica del último tramo de la pandemia, con un precio a futuros que no ha parado de incrementarse.
Con la invasión de Ucrania la presión energética sobre Europa es enorme, ya que cerca del 40% del suministro total europeo procede de la empresa estatal Gazprom, en manos del Kremlin. Algo que tampoco afecta de forma uniforme a los distintos países que conforman de Europa.
La dependencia de Alemania del gas ruso es aproximadamente el 60% del gas total consumido. Pero en países como Finlandia o Letonia esta cota sobrepasa el 90%.
El marco energético español

Eurostat dispone de un indicador específico para la dependencia energética, y lo cierto es que nuestro país no sale bien parado.
De los países de nuestra zona y con un tamaño similar, somos de los más dependientes en términos energéticos (67,89%), sólo por detrás de Italia (73,45%). Francia, en cambio, es uno de los gigantes europeos más independientes gracias a su abastecimiento nuclear, y aún así se sitúa en un 44,4%.
Claro que en nuestro caso hay matices importantes. Hay que tener en cuenta factores como la fiabilidad de la fuente de suministro o la concentración de las importaciones.
En España dependemos del suministro de Argelia y tenemos un mayor acceso al mercado del Gas Natural Licuado (GNL), procedente principalmente de Estados Unidos.
Bruselas quiere poner fin a la dependencia energética de Rusia en… ¡2027!

La Comisión Europea quiere dejar de depender del gas ruso en un plazo de cinco años. Para ello, su presidenta, Úrsula Von der Leyen, ha señalado la importancia de pasar al GNL y de incrementar la cuota de energía procedente de fuentes renovables.
Así pues depender energéticamente del exterior no sólo supone una merma a la soberanía. Sino que, además, cambiar el modelo energético de un continente no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana, ni siquiera ante una coyuntura tan grave como la agresión a Ucrania.
A tal fin se pretende impulsar el uso de placas solares en sectores en los que el uso del gas es dominante. Pero también otras fuentes como las bombas de calor en los hogares o el hidrógeno en la industria.
Nuestro país, por su parte, reclama a la Unión Europea el impulso de nuevas interconexiones para reducir la dependencia de Rusia y amortiguar las consecuencias económicas de esta crisis. Y es que si bien España podría contribuir a que Europa aminore dicha dependencia gracias a nuestra alta capacidad de regasificación y de producción de renovables junto con Portugal, las interconexiones hasta ahora no han contado con el apoyo de Francia, nuestro único acceso al resto de países (salvando Portugal).
España es el único país de Europa continental por debajo del mínimo de interconexión que estableció la UE para 2020 (un 10%, frente a nuestro 6% actual).
Ahora más que nunca… ¡invirtamos en renovables!

Llegados a este punto y centrándonos en fotovoltaica, huelga decir que el peso que pueda tener única y exclusivamente instalar placas solares es limitado.
Pero a la vez estamos ante una herramienta fundamental a medio y largo plazo de cara a recuperar la soberanía energética de nuestro país y de toda la Unión Europea. Una herramienta para democratizar el acceso a la energía convirtiéndonos en miles de autoconsumidores que generan y consumen localmente (reduciendo además las pérdidas energéticas por transporte). Y por supuesto, una herramienta de cara a reducir la dependencia energética del exterior.
La pandemia ya fue un aviso. Pero el conflicto en Ucrania pone de manifiesto la importancia de acometer este enorme reto que tenemos por delante.
Colectivamente debemos exigir un cambio y que la descarbonización de nuestras economías y el aumento de las fuentes renovables cobren una mayor relevancia en la agenda política. Como particulares, siendo siempre conscientes de la limitación de nuestras acciones, podemos sin embargo dar un primer paso instalando placas en nuestra cubierta. Lo que también ayudará además a vernos menos sometidos a los vaivenes del mercado, al reducir por nuestra parte el consumo procedente de la red eléctrica generando parte de la electricidad que necesitamos en nuestro día a día.
Para terminar, desde SOLARIX queremos enviar todo nuestro apoyo al pueblo de Ucrania. Pero también al pueblo ruso que no apoya el conflicto armado.
No podemos dejar de plantearnos a su vez, a la luz de los acontecimientos en Ucrania que suponen sin duda alguna un gran fracaso de la comunidad internacional, la siguiente cuestión: ¿Cómo será el ser humano capaz de afrontar retos como el cambio climático? Retos que ponen en peligro nuestra propia existencia, como especie, y que requieren de una coordinación y un compromiso a escala mundial.